Cinco años sin Jhonander: no hay olvido para las víctimas del SAR

A la misma hora, el corazón del Campo Internacional de Maspalomas, la zona turística donde el Gobierno de España ha alojado a una cantidad no especificada de migrantes, estaba desierto. Grupos muy pequeños de deportistas locales y parejas sueltas de turistas se diseminaban por las zonas de césped. Paseando, corriendo, levantando pesas o rodando en bicicleta. Pero hoy, 20 de octubre de 2020, no había ni un solo migrante en la vía central ni en las aledañas. Ni uno. Y si los hubiera, como ocurre cuando salen o han salido a pasear en grupo de los complejos donde algunos grupos se alojan provisionalmente por decisión del Gobierno de España, recuerda que están aquí retenidos muy a su pesar, porque su destino deseado es otro, en mitad de un desierto de ladrillo. El desierto del cero turístico que ha dejado el Covid.
Recuerda que no son ellos, sino un virus, quien ha vaciado el sur de Gran Canaria. No te dejes arrastrar hacia el odio irracional. El sobresalto es inevitable si se ve desembarcar de varias pateras a decenas de personas en cualquier playa del Sur, como también ha ocurrido en la tarde de este martes en playa del Inglés. Son escenas que irremediablemente generan alarma social. Pero la crisis migratoria no es una invasión ni ellos han venido a contagiarnos, como predica algún partido político para capitalizar esta inquietante secuencia de hechos, que ni siquiera es la primera que vive Canarias. Lo que sí es, es un complejísimo drama humanitario de dimensiones colosales, que la ineptitud política puede convertir peligrosamente en mechas explosivas de xenofobia y racismo.
Gran Canaria no merece el deplorable espectáculo de más de mil migrantes hacinados en el muelle de Arguineguín, con apenas media docena de baños químicos y centenares de personas durmiendo al raso porque ya ni dan abasto las carpas de la Cruz Roja. Como no merece la isla el sentimiento de impotencia y soledad ante la repetición de un fenómeno que ya se vivió muy dolorosamente en 2006 con la llegada de más de 35.000 migrantes y del que la política, como acreditan los hechos, no aprendió absolutamente nada. Ni mucho menos merece Gran Canaria ser convertida esta vez en una `isla cárcel´, como se ha cansado de repetir el presidente del Cabildo de Gran Canaria, Antonio Morales.
Pero mientras dure esta crisis migratoria, que se avecina quizá más larga y mucho más complicada que la de 2006 por multitud de factores, empezando por la coincidencia terrible con la crisis sanitaria y también con la económica, que las dificultades no nos conviertan en personas miserables ni nos dejemos invadir por la xenofobia y el racismo. Por mucho que la incompetencia de unos o la indecencia de otros quieran encender esa mecha. Ni racistas, ni xenófobos. Los canarios no somos así. Que no nos arrastren al fango de la inhumanidad.
(El vídeo que aparece más arriba está integrado por imágenes tomadas durante la mañana del 20 de octubre de 2020 en la vía central del Campo Internacional de Maspalomas y en la entrada del muelle de Arguineguín. En las imágenes tomadas desde el coche se escucha de fondo el tema «بنی آدم»
del disco `Everyday Life´ de Coldplay, que por casualidad sonaba en ese momento en el equipo de sonido del vehículo.)
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