Pocas cosas suelen ser en
campaña electoral tan anodinas y aburridas como un debate provincial entre candidatos. No es exactamente culpa de los políticos, sino más bien de esa
fragmentación de tiempos y temas que impone la dictadura del cronómetro por
encima de cualquier conato de debate real, impide las réplicas
y contrarréplicas sin las cuales solo existe una tediosa sucesión de
monólogos y aplasta sin remedio cualquier posibilidad de extraer una noticia.
Los debates son generalmente al periodismo lo que la rutina a los matrimonios:
un agente letal que mata por aburrimiento.
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Debate en SER Las Palmas (fotografía de @SER_LasPalmas) |
Al síndrome del monologuismo
autista parecía condenado este lunes también el debate a cinco organizado por
SER Las Palmas con los números uno al congreso del PP, José Manuel Soria;
PSC-NC, Sebastián Franquis; Podemos, Victoria Rosell; Coalición Canaria,
Pablo Rodríguez, y Ciudadanos, Saúl Ramírez. Salvo por un pequeño detalle:
iba a ser el escenario donde por primera vez se cruzaran frente a frente Soria
y la magistrada en excedencia Victoria Rosell. El primer encontronazo después
de que la candidata situara a Soria en la trastienda de las diligencias
abiertas por la Fiscalía de Las Palmas para verificar si ella investigaba al
empresario Miguel Ángel Ramírez mientras éste negociaba un contrato con la
pareja de la juez, el periodista Carlos Sosa. Y de que Soria contraatacara con
una de sus respuestas habituales: presentar una querella contra la juez que
Pablo Iglesias querría hacer ministra de Justicia en el próximo Gobierno de
España.
55 minutos transcurrieron sin
pena ni gloria hasta que el moderador del debate, Evaristo Quintana, anunció la
apertura del tercer bloque temático, donde se incluía expresamente
la palabra 'corrupción'. Y fue entonces cuando José Manuel Soria,
miembro del mismo Gobierno cuyo presidente alentó a Bárcenas con
aquel incalificable "Luis, sé fuerte, hacemos lo que podemos", el
mismo Ejecutivo del que formaba parte Ana Mato y sus cumpleaños con confeti de
miles de euros, dijo que el PP era más o menos el campeón de la lucha contra la
corrupción y su Gabinete, el que más trabas ha puesto a la podredumbre de
la política. Sin vergüenzas. Sin complejos. Soria en estado puro presumiendo
nada más y nada menos que de transparencia y control de la financiación de los
partidos políticos y "la ejemplaridad de los cargos públicos".
Le respondió Rosell con un
durísimo alegato en el que acusó al PP de "legislar y gobernar para los
corruptos" gracias a los mismos cambios normativos de los que presume
Soria. "No solo toleran la corrupción, sino que además probablemente
se alimentan de ella. Y si reaccionan es contra denunciantes, contra testigos,
contra jueces, contra policías. Hay que tener mucha cara dura”, apostilló
Rosell, que acusó al PP de legislar “no para terminar con la corrupción, sino
para terminar con la investigación de la corrupción. Legislar y gobernar para
los corruptos”.
Tampoco se quedó atrás el
candidato socialista, Sebastián Franquis, que frente a los titubeos y su
nerviosismo en el tramo inicial del debate, se creció en el último bloque para
definir al PP como “un partido podrido por la corrupción”. Franquis acusó
expresamente a los populares de “mirar para otro lado”, de favorecer la
desconfianza de los ciudadanos con la inacción ante los corruptos y, en el caso
de Canarias, de reducir sin argumentos ni explicaciones los investigadores
dedicados a seguir casos como el Góndola o el Faycan, ambos en Gran Canaria. El
candidato socialista también tuvo palabras para Rajoy, que “habría dimitido si
hubiese tenido sentido de la dignidad” después de que afloraran públicamente
sus mensajes a Bárcenas.
Pero a Soria todavía le
quedaba munición. Otra vez sin complejos, arremetió contra el PSOE con el
argumento de que sólo esta organización tenía militantes encarcelados tras ser
condenados por corrupción. El todavía ministro incluso se permitió exigir a
Franquis que pidiera disculpas al PP por definirle como un partido corrupto.
Pero el armamento pesado lo
tenía reservado para la candidata Rosell. “Claro que hay que acortar los
plazos, porque de lo contrario puede haber jueces o juezas que dilaten
deliberadamente los procesos , porque desde la toga también se puede hacer
política y también se puede hacer negocios”.
Rosell esquivó la alusión
personal directa y volvió a reprochar al PP que solo busque “una degradación de
la democracia” limitando los plazos “a una Justicia sin medios” mientras la
economía española “se desangra con la corrupción”. “Debe ser usted el único
ciudadano para el cual el problema de la corrupción reside en las togas y los
jueces, pero no hemos venido aquí a hablar de usted”.
Pero Soria no se dio por
vencido y volvió a la carga, utilizando esta vez los argumentos de la fiscal
que, en el curso de la investigación por fraude fiscal a Miguel Ángel Ramírez,
presidente de la UD Las Palmas, acusó a Rosell de retraso deliberado y
malicioso de las diligencias. “No es verdad”, le interrumpió Rosell. Pero para
entonces, el candidato del PP ya había utilizado a la Fiscalía como arma de
ataque y remató su turno repitiendo el argumento de que Rosell había retrasado
deliberadamente la investigación sobre Miguel Ángel Ramírez (en su inexactitud,
habló en realidad de “un juicio”).
Sorprendentemente, nadie le
recordó al candidato popular que fue el Gobierno de Mariano Rajoy y de José
Manuel Soria el que concedió a Ramírez un indulto para librarle de una pena de
varios años de cárcel por un delito medioambiental. Una medida de gracia que,
amén de polémica, resultó fallida, porque la tumbó por defectos de forma el
Tribunal Supremo. Sin embargo, del indulto de Miguel Ángel Ramírez nadie se
acordó en el debate. Ni siquiera el candidato de Ciudadanos, Saúl Ramírez,
cuando habló expresamente de quitar la figura del aforamiento que protege a los
parlamentarios y reprochó al PP el alto número de indultos tras la comisión de
delitos ligados a la esfera de lo público.
Quien sí recordó a “Blesa,
Bárcenas y Camps” fue Sebastián Franquis, que se negó a la pretensión de Soria
de que pidiera disculpas. “No pido disculpas a quien se dedica a romper los
discos duros o que quita a responsables policiales de las investigaciones”. “Hay
que tener poca vergüenza”, apostilló Rosell, esta vez al recordar las escuchas
telefónicas de investigados por corrupción que afloraron con el caso Blasco en
Valencia o Faycan en Gran Canaria.
Pero para entonces, Soria ya
solo estaba maquinando su intervención final, que centró en la pérdida de las
elecciones de Maduro en Venezuela, antes de pronosticar “la derrota estrepitosa
de la franquicia del chavismo”, dijo en alusión a Podemos.
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